jueves, 25 de julio de 2013

Dejar ir, es dejar llegar...

  Me encantaba el sexo con él, porque era eso, sexo, puro, salvaje, sexo en esencia. Y porque alcanzabamos ese perfecto equilibrio que se forma de la combinación de que me hacía sentirme putísima, el saber qué quiere el otro y de ese morbo y esa pasión que no he conocido en nadie más. Me encantaba ese instinto animal, me encantaba que con él, el sexo sea sexo, que sea una montaña rusa de placer, que no sea suave sino que sea impaciente, ansioso, como si no fuéramos capaces de saciar el deseo.

 Me encantaba que  me dedicara  horas que robaba siempre mirando el reloj, pero dándose el tiempo de provocarme esos orgasmos que me hacían perder la memoria. Hasta que se iba, siempre demasiado pronto. Siempre dejándome con ganas de más, hasta la nueva visita… Pero ahora fue distinto, se llegó al acuerdo de terminar todo, en realidad  me molestó algo y decidí cortar con todo, como lo tenía en mi mente, cerrar el capítulo  y contando toda la verdad.


  Esa semana corté con dos historias, el casero un día miércoles y el viernes con esa reaparición inesperada que me pone mal,  por lo que salí a celebrar mi nueva decisión, sin saber que estaba comenzando una nueva historia que me tiene perturbada pero contenta.

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