jueves, 14 de febrero de 2008

He tenido unos días de una pereza envidiable, me levantaba tipin 2 de la tarde, veía mucha televisión por cable, películas, reportajes, series, realities, etc. Comencé a leer un libro de Jaime Bayle que me engancho muchísimo, anduve en patines, fui al teatro, jugué bowling, comí en el mercado, en pocas palabras me dedique a divertirme, me olvide de las responsabilidades, pero ya era tiempo de volver a escribir, volver al trabajo, a los locales nocturnos no he ido aún, los intereses por la cacería ya no existen, sigo con mis antidepresivos y siento que deben ser ellos los culpables por mi libido baja, el estado de ánimo sigue inestable, me duele escuchar cosas como que a papá no le importaría morirse y que tenga tan poco apego a la vida, me duele pensar en cómo mierda lo puedo sacar de la depresión y de su inercia, como hacer para romper la barrera de la distancia, como poder compartir con él mi optimismo con el que enfrento los problemas, confió en que vendrán los días en que nos reiremos juntos de los tiempos feos…
Los guerreros de la luz se reconocen por la mirada. Están en el mundo, forman parte del mundo, y al mundo fueron enviados sin alforja ni sandalias. Muchas veces son cobardes. No siempre actúan acertadamente.
Los guerreros de la luz sufren por tonterías, se preocupan por cosas mezquinas, se juzgan incapaces de crecer. Los guerreros de la luz de vez en cuando se consideran indignos de cualquier bendición o milagro.
Los guerreros de la luz con frecuencia se preguntan qué están haciendo aquí. Muchas veces piensan que su vida no tiene sentido.
Por eso son guerreros de la luz. Porque se equivocan. Porque preguntan. Porque continúan buscando un sentido. Y terminan encontrándolo.