domingo, 14 de agosto de 2011

Pincesas citadinas

Hay princesas de cuento que se asoman al balcón de su palacio y se dejan cortejar por trovadores que cantan bajo su ventana y conquistadas por sus voces, dejan caer largas trenzas con un mensaje con la hora y el sitio donde quieren citarse con su galán.

Recorren la ciudad en carroza para bailar con su pretendiente y se dejan besar furtivamente a la entrada del palacio antes de escapar corriendo al oír las 12 campanadas mientras se sujetan las enaguas del vestido para no pisarselas.

Si alguno de esos trovadores osara violentar a la dama con indecentes propuestas, sus galanes tendrían que luchar por defender su honor ya que las princesas de cuento guardan la honra bajo llave y su virginidad sólo se entrega al príncipe azul que no sólo se gane su amor.


Pero claro...mi casa no es un palacio, las trenzas me quedan pésimo, las enaguas me hacen ver gorda, mi padre vive lejos y llega demasiado cansado del trabajo como para batirse a duelo.


Con esto quiero decir que yo soy más princesa de ciudad. Llevo otro ritmo, tengo una moral menos estricta y no me sobra el tiempo como para perderlo.

Si un trovador ronda tras la ventana del messenger meses enteros y me provoca para luego desaparecer, pierde la magia. Si después de eso me besa con esa pasión que tanto nos gusta a las princesas "para que tengas más ganas de verme la próxima vez", me quedo con cara de tonta. Pero a esta princesa ya no le engaña para volver a otra cita.

Si un galán se despide con un amable beso de buenas noches y en la siguiente cita me sorprende con un "me gusta irte conociendo poco a poco", ya se puede ir buscando otra dama de compañía.

Si llego a saber que hay príncipes que encienden el fuego para luego dejarlo extinguir en un interminable cortejo sin consumación, me doy media vuelta y me voy.


Pero es curioso porque a pesar de mi poco interes (una vez me dejan con las ganas, dos no), siempre vuelven. Los principes de cuento no paran en su empeño de conquistar a la princesa con largas veladas a la luz de la luna hablando del brillo de su cabello y la dulzura de su voz.


Las princesas de ciudad queremos divertirnos, llevamos el pelo suelto, no necesitamos que nos adulen hasta el cansancio para luego dejarnos abandonadas con un beso de buenas noches, donde a la larga nos hace buscar otros amantes mas parecidos a un canalla que un trovador.